Desde mi rol como ciudadano, quisiera pedirle un deseo al “oasis de la cultura del
agua” que el gobierno del estado acaba de instaurar en la plaza de los Cien
Años ubicada en el centro histórico de la ciudad. Quisiera pedirle al oasis de
la cultura, que actúe sobre la intención de Guillermo Padrés de retirar dicha
obra. Que no la quite, que desista. Que sólo modifique la forma y la
orientación de la estructura. Deseo, caprichosamente, que el tubo sea doblado justo desde el medio, y que ambos extremos apunten hacia el
Mar de Cortés.
Según el diccionario de la RAE, ‘kitsch’ es un adjetivo
alemán que designa “un objeto artístico: pretencioso, pasado de moda y
considerado de mal gusto”. En días recientes, se ha dado un repudio
generalizado por la construcción de un monumento de obra pública, el cual tuvo
un costo de 450 mil pesos. Se trata de una estructura semicilíndrica, que simula el
aspecto de un túnel, cuyo interior es atravesado paralelamente por un tubo que mide casi lo mismo largo, y el cual descansa sobre cuatro bases de
concreto que funcionan como altares.
Bautizada con el nombre de Pabellón del agua, la
obra intenta ser llenada de un significado ético a partir de una representación
estética literalmente hueca. Según Goycoolea Prado, la naturaleza de la
arquitectura está vinculada y es reflejo del pensamiento y las características
sociales de la época en que se desarrolla. A este marco, sus impulsores pretenden asignarle un significado ético: pactar a través de él un supuesto compromiso con el cuidado del agua. Sin embargo, la postura de quienes han colocado este monumento (y de quienes les procedieron) se parece más a un planteamiento utilitarista, que a un modelo de cambios sustentables y éticos
que permitan mejorar el manejo de nuestros recursos hídricos.
Estudios recientes del Colegio de Sonora narran cómo la ciudad de Hermosillo pasó de abastecerse con el agua de la presa Abelardo L. Rodríguez en la década de los setenta, a depender por entero de una batería de pozos en los noventa. Fue hasta 1999 que el gobierno estatal propuso por primera vez la construcción de una desaladora, pero el gobierno local se opuso y el proyecto fue abandonado. El tema de la desaladora quedó descartado de la agenda política desde 2005, y tocarlo implicaba asumir los riesgos electoreros de una sociedad desinformada.
En los últimos doce años, el vulgo político ha
hecho caso omiso a las recomendaciones académicas que señalan la necesidad de
un razonamiento en el consumo del vital líquido. Entre esas medidas se
encuentran los tandeos durante el verano, los cuales imponen periodos de
interrupción del subministro de agua de por lo menos ocho horas,
independientemente del costo político y de los tiempos electorales. En doce
años, sólo se han realizado dichos tandeos en 2005 y 2010.
La ciudad de Hermosillo es la más poblada y con
mayor crecimiento del estado de Sonora. En los últimos diez años, la ciudad
creció a una tasa promedio anual de 2.8%, superior incluso al 1.8% que tuvo
Israel en la misma década. La experiencia internacional debiera venir a replantear el
paradigma de nuestra clase política, el cual se basa en el razonamiento de que
si falta agua hay que traerla, acarrearla y conseguirla de donde se encuentre
(Salazar y Pineda, 2010). Dicho principio utilitarista asume que los recursos
naturales son para usarlos y consumirlos, y ha sido uno de los villanos del
antropocentrismo más ampliamente documentados por la ecología.
Más allá del impacto estético de la estructura, no debe olvidarse lo que ella alude: el Acueducto Independencia, una obra que, aunque técnicamente viable, fue costosa y la calidad del recurso explotado aún es incierta. Además, el servicio seguirá estando en manos de un organismo ineficiente. En 2006, Agua de Hermosillo sólo facturó el 62% del consumo de agua potable en la ciudad, y el resto, cerca de 53 millones de metros cúbicos (el 38%), los perdió en fugas y tomas clandestinas. La cultura del agua, por encima de una conciencia de clase, involucra un proceso de cambios éticos en nuestra concepción del mundo; no necesita de representaciones estéticas para lograrse, en tanto que está presente en el uso y las prácticas que una civilización hace de sus recursos hídricos.
Corrección de estilo: Carmen Martínez.